Llevo treinta y cinco años para ver lo que mi hijo me enseñado en once meses.
El poder de la palabra tataTAta, esa es la clave para hacerse entender. A medida que vamos creciendo, adquirimos experiencias, vocabulario y seguridad en nosotros, a la vez que aumenta nuestra desconfianza y prejuicio con las personas con las que mantenemos conversaciones. La mayoría de las ocasiones una frase o conversación suena muy diferente en nuestra cabeza, que en la de nuestro contertulio. Hacerse entender es muy complicado, debido a la predisposición que tenemos las personas para entender algo completamente opuesto a lo que tu estas diciendo. Creo que esto es consecuencia de la poca capacidad de escuchar, somos reacios a cambiar de punto de vista a priori e incapaces de preguntarnos, que es lo que se nos quiere decir. Si bien es cierto, que muchas veces elegimos tanto las palabras como nuestras actitudes de una forma muy desafortunada.
Por consiguiente creo que la solución es tataTAta. ¿A que te preguntas que es tataTAta? Pues tataTAta es eso, la pregunta.
Cuando mi hijo me dice tataTAta, no siempre significa lo mismo, puede ser, tengo ganas de dar un paseo, alcánzame el juguete o incluso puede ser ¡hazme caso! que estoy haciendo gracias. Fíjate que interesante, esta palabra te genera una pregunta y por tanto capta tu atención.
Mi madre muchas veces me recuerda que cuando yo era un niño, al pasar por un lugar llamado Las Cuevas de Artiles, donde hay un afamado restaurante con piscinas, bastante bonito, yo le decía, tituna aviancaconavianca. No tengo ni idea que significa eso, pero lo curioso es que según ella tituna es piscina, lo tiene claro, pero aviancaconavianca todavía a día de hoy se lo pregunta, treinta y cuatro años después.
Imagina que siempre que hablaras, la persona que escucha se preocupara por intentar entender lo que estas diciendo, sin tener ninguna predisposición a pensar lo que le dé la gana. Cuantos problemas te ahorrarías. Esto también requiere del esfuerzo de la persona que habla, para elegir y sopesar el contenido y las formas de lo que esta diciendo.
Por lo que entiendo, hay dos grandes grupos bastante diferenciado de personas. Por un lado están los que te dicen lo que quieres oír y por otro, los que no pueden evitar ir al grano. Los primeros tienen el arte de decir lo que creen que quieres escuchar como un acto de piedad, creyendo que te ayudan con medias tintas, a la larga quien sabe que consecuencias tendrá el engañar para no hacer daño e intentar quedar bien en la mayoría de las conversaciones, modificando o descafeinando su postura, sin alcanzar a ver que a la larga tú te sientes traicionado. Los segundos con su dura realidad te dan una bofetada, quizás lleguen a herirte, en su vano intento de que reacciones y que veas el mundo a través de sus ojos. Creen que tienen la dignidad de la sinceridad, pero lo unico que poseen es el vicio de decir las sus verdades crudas.
Tal vez la honradez esté simplemente en escuchar, tratando de ver más allá de la persona, quitándonos las caretas, maquillajes y demás abalorios que nos ponemos en está sociedad para tratar de imponernos, entendiendo su verdad, y aceptándolo como una realidad más
Deberíamos encontrar un término medio, el problema es que muchas veces no lo encontramos y radicalizamos nuestras posturas aislándonos de forma progresiva o por el contrario nos sentimos obligados a unirnos a algún contertuliano o grupo para defender algo que se perece poco a lo que en un principio se pensaba. El matizar las posturas en un debate, reunión de empresa, reunión de amigos, tertulia política, incluso con tu pareja, etc. creo que es muy sano, siempre y cuando las posturas se suavicen sin caer en la claudicación ante el rival dialéctico al que nos enfrentamos.
Tenemos la tendencia perversa de intentar vencer en todos los lances a los que nos enfrentamos, sin darnos cuenta que es más sencillo y menos violento convencer, si estamos seguros de nuestros argumentos. Muchas veces caemos en la soberbia y no vemos el asunto de una forma perimetral. Quizás, el otro tenga un punto de vista más sugestivo o resolutivo que el nuestro y no lo queremos ver así.
No te entenderás con alguien que no quiere oír o que no esta dispuesto a que otra persona tenga un punto de vista diferente al de él. En estos casos solo me queda parar, contar veinte, decir tataTAta y búscate tú la vida para deducir lo que yo te quiero decir. Al final diga lo que diga no lo vas a tener en cuenta.
Lo que está claro es que no todo se resume en competir, si compites puedes perder, posiblemente se trate más de respetar, si respetas siempre ganas, aunque no compartas ese punto de vista. Tan sencillo como tener la humildad de escuchar.
Eso nos falta, escuchar. Nos pasamos el día oyendo demasiada información para poder digerir con cordura y no escuchamos. No hay tiempo de pararnos y decir, qué querrá decirme.
Para solucionar esto necesitas una palabra contundente, que suene lo suficientemente raro como para que te pares y digas, ¿que me quieres decir?
Si no, recuerda que mi madre lleva treinta y cuatro años, y aún se acuerda del lugar y la palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario