Si creemos que se trata igual a las enfermedades, independientemente de sector poblacional al que afecte, estamos equivocados. Vale mucho más la vida de unas personas, que las de otras. No se trata de racismo, religión o cultura, eso no tiene nada que ver, se trata de poder adquisitivo.
Un pequeño porcentaje de la población mundial, tiene cobertura sanitaria, privada, pública o ambas inclusive. Una afortunada parte de esta población con cobertura sanitaria, entra a quirófano por el mero hecho de hacerse retoques estéticos, mientras la inmensa mayoría de los no pudientes muere por falta de atención primaria.
Que la sanidad sea un negocio no se nos esconde a nadie, lo que es verdaderamente lamentable, es que los gobiernos se presten a gastar una gran parte del erario público en fomentar este lucrativo negocio. Se nos manipula mediáticamente de tal forma con algunas enfermedades, que roza la perversión, al establecer un orden de prioridades más que desalmado y falto de sensibilidad con los verdaderos problemas del ser humano.
No es normal que se catalogue de pandemia la gripe A, en la que está quedando más que demostrado, que no tiene más consecuencias que gripe estacional y se tenga olvidadas otras enfermedades que nos cuestan al año millones de muertes. La triste diferencia entre unas y otras, es simplemente el poder adquisitivo de los países a los que afecta. Si algún mal afecta a los países desarrollados, se pone todos los medios disponibles para erradicarlo sin importar el costo, pero por muy letal que sea, si solo afecta a los países subdesarrollados, los gobiernos no gastan un euro en investigación o suministro de medicinas.
Como ejemplo, hay una enfermedad que todos los años se lleva por delante a millones de personas. La Malaria. o Paludismo.
La malaria humana se produce por la picadura de un mosquito. Durante la segunda mitad del siglo XX, fue erradicada en casi toda Europa y grandes áreas de América Central y del Sur. En la actualidad continúa siendo un problema de salud muy importante en el mundo, especialmente en el continente africano. Cada año se registran más de 300 millones de casos de paludismo, ocasionando más de 1 millón de muertes anuales, el 90% de las cuales se producen en África, especialmente entre niños menores de 5 años. En esta enfermedad los microorganismos obstruyen los vasos sanguíneos del cerebro produciendo coma y delirio. La primera crisis tiene lugar entre los 18 y los 40 días después de la infección, las siguientes aparecen cada tres días y finalmente se produce irremediablemente la muerte.
Manuel Elkin Patarroyo, médico colombiano con nacionalidad española, descubrió la primera vacuna elaborada químicamente contra la malaria. Patarroyo donó la vacuna, la primera desarrollada químicamente, a la Organización Mundial de la Salud. Su labor le ha valido ser galardonado, en 1994, con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Hoy día el investigador español, Pedro Alonso y el Centro de Salud del Hospital Clinic de Barcelona, han anunciado que la primera generación de la vacuna contra la malaria se administrará a niños africanos el próximo año. El producto ha sido financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates y el desarrollo clínico ha correspondido al Hospital Clinic-Universidad de Barcelona.
Esta vacuna no tiene valor comercial para las farmacéuticas, al no poder permitirse los enfermos los 18€ que costaría en el mercado. Sin la ayuda de estas instituciones sin ánimo de lucro, la enfermedad en un futuro seguiría segando la vida de millones de personas.
Es increíble el desconocimiento y la falta de interés que a nivel mediático e institucional se tiene de esta enfermedad, se habla mucho más de obesidad infantil, anorexia o bulimia, que de una enfermedad que mata a un millón de personas al año, la mitad niños y bebés.
En un mundo donde la patente de una vacuna como la de la malaria, tiene que ser donada para poder salvar vidas de personas sin recursos económicos, porque ni los gobiernos, ni las farmacéuticas están dispuestos a invertir. Nos encontramos con grandes desembolsos de dinero de los países desarrollados, para acopio de medicinas como el Tamiflú, que ni siquiera se están usando en la mayoría de los casos positivos con gripe A.
Esta pandemia, cuyas consecuencias para la salud no son más que las de una gripe estacional. A no ser que el proceso se acompañe o vaya seguido de una neumonía viral, bacteriana, o alguna enfermedad respiratoria grave, donde la mortalidad aumenta. Ha sido mediatizada para aumentar la cuenta de resultados de las farmacéuticas.
El volumen del negocio montado con la gripe A, es superior a 20.000 millones de euros.
Esto me hace sospechar que quizás la estadística que se nos vende por televisión no sea la correcta, al achacar muchas muertes a la gripe A, y no a la patología que sufría el paciente de antemano.
Nos han metido el pánico en el cuerpo para vendernos medicinas, mascarillas, jabones, guantes y demás trastos, para beneficio de algunas corporaciones que no hacen más que echar leña al fuego del miedo colectivo.
Lo grotesco, es que con menos de un 0,01% del dinero invertido en el en la gripe A, se podría haber acabado con La Malaria hace mucho tiempo. Pero la solución no solo estaría ahí, tenemos que ser consientes de que hay muchas más enfermedades olvidadas y carencias en el mundo subdesarrollado.
Si cada año salvásemos de la malaria a 1 millón de personas, tendrían un problema de malnutrición 2 millones de personas en el tercer mundo. Terrible conclusión, viviendo en un mundo en el que nos espantamos cinco segundos con algunas verdades en directo, volviendo a la hipocresía y el derroche según termina el telediario y empieza la telenovela.
Es triste que la opulencia de unos pocos desalmados, cause la muerte de muchos y que la consecuencia de querer salvar una vida, sea matar de hambre a varias personas.
Equilibrio, esa es la solución. El desarrollo sostenible es posible y necesario, no se trata de dar una pequeña limosna para que puedan curarse, se trata además de no matarlos de hambre.
Hay que empezar a dejarles evolucionar y desarrollarse con sus propios medios, pero con nuestro apoyo humano y económico. Sin necesidad de interferir en sus culturas o religiones, educándonos y educándolos, de una forma más humana y sin prejuicios.
El primer paso, no debería ser el más complicado, implicarte. Luego, los gobiernos los cambias tú.