Cada vez que enciendo la tele, el informativo de turno, me asusta con una nueva noticia de violencia juvenil. Unos compañeros de clase violan a una niña de once años, apalean a un chaval de poco más, se suicida una niña de doce, un alumno de primaria humilla a un profesor…
¿Que nos esta pasando? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué la culpa siempre es de otro?
La sociedad esta mutando, o mejor dicho, la estamos devaluando a marchas forzadas.
En dos generaciones, estamos estropeando lo que la humanidad lleva civilizando miles de años. Se ha perdido uno de los principios básicos de nuestro equilibrio social, el respeto a la figura del educador.
El educador no solo es el profesor de turno bueno o malo con el que nos toque aprender, o los padres, abuelos y familiares. Sino que también la educación es responsabilidad de las instituciones. La sensación de impunidad con que estamos formando a nuestros ciudadanos de futuro, empieza a pasarnos factura con hechos cada vez más agresivos.
Tenemos unas leyes desfasadas y blandas, para los problemas actuales a los que nos enfrentamos día a día. Se premia mediáticamente la burrada más gorda y se machaca la noticia por la tele e Internet para regocijo de los bárbaros, sirviendo para que imiten lo sucedido en otros lugares. Estos aplausos públicos en los medios, desorienta tanto a los verdugos, como a las victimas de estas gamberradas, que siguen creciendo en número y sufrimientos.
Se empezó por perderle el respeto a padres y abuelos, se siguió por humillar a los profesores y se ha continuado, por ser los menores los que se enfrentan a la policía como diversión de fin de semana.
El educador es una figura depreciada. Lo hemos convertido en un accesorio meramente prescindible en una sociedad saturada de estereotipos superfluos, que lo único que valora son las posesiones materiales y la fama a fuerza de golpes. Se ha perdido el respeto a los mayores y a las figuras importantes, que hace pocas décadas, formaban parte del ejemplo a seguir en los jóvenes.
Ya pocos quieren ser notarios, profesores o médicos, ahora quieren ser Belén Esteban o la Campanario.
Hemos pasado de tener una sociedad con un potencial de futuro inmenso, a una sociedad de futuros adultos inmaduros, con muy pocos valores humanos.
El respeto se confunde hoy día con el miedo. Se impone la violencia con el prójimo como método de hacer valer tus formas de ver las cosas. Se valora más el vencer, que el convencer. Se ahorra en palabras y razones, potenciando la violencia y la injusticia.
De lo que no somos concientes, es que le libertad se ha confundido con la impunidad y el esfuerzo se ha cambiado por la fama inmediata.
Si esto no lo corregimos, estaremos siendo responsables de la tiranía que los mismos verdugos actuales, sufrirán por parte de las generaciones venideras.
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