martes, 1 de septiembre de 2009

Miedo


Hace algún tiempo fui consciente del poder de la palabra miedo. Es una sensación que nos acompaña de forma intrínseca, a lo largo de nuestras vidas y la responsable de gran parte de de nuestras decisiones, aciertos y errores.

Es tan importante, que quien lo sabe usar para su beneficio, puede llegar a dominar a las masas.

Los ejércitos existen por miedo a las agresiones externas, y muchas de las guerras empiezan por el miedo de los países al sentirse amenazados.

Con la guerra fría había dos bloques perfectamente definidos, que se temían de igual forma el uno al otro. Y el miedo jugaba un papel de equilibrio inmensamente importante, para que no hubiera agresiones significativas por parte de ninguno. Las famosas guerras preventivas del nefasto Bush han dado al mundo más miedo, inseguridad, sufrimiento, muertes y desorden del que había anteriormente con la guerra fría. La lucha ahora es de ejércitos y policías, contra terroristas que se inmolan para matar población civil.

De todas formas, con Guerras Frías o Preventivas, el miedo de los dos bandos se traduce en una suculenta cuenta de resultados para los productores las armas y explosivos. ¿No sería más lógico pedir explicaciones de sus ventas, a los fabricantes de armas y explosivos?

Las religiones llevan usando el miedo a la condena eterna desde que el mundo es mundo. Te dominan metiéndote miedo si no sigues su doctrina, ¡te vas a arrepentir en el más allá! te insinúan. Pero sin embargo los jerarcas religiosos te tienen a su disposición en el más acá, para manipularte a su antojo y jugar con tú fe.

Los mayores miedos son los que tu mismo te impones. Nadie mejor que tú saben cuales son tus defectos y miedos. Este es un peso difícil de llevar y que tienes que aprender a controlarlo para que no te destruya. ¿Cuantas veces tus miedos o prejuicios te han impedido avanzar? Es muy difícil, pero importante, ser objetivo contigo mismo en algunas situaciones de tu vida para que no seas tú tu mayor obstáculo.

Es un sentimiento que lo llevamos de serie cuando nacemos. Los bebés tienen miedo a sentirse solos, los niños temen a sentirse solos, a los bichos y monstruos, los adolescentes a sentirse solos, desplazados, al ridículo y a ser inferiores dentro de su propio grupo. Los mayores no solo tenemos miedo de todo y a todo, sino que al ser conscientes del poder que conlleva este sentimiento lo solemos usar, conciente o inconscientemente, para atenuar nuestros propios miedos intentando amedrentar a otros sin importar el daño que hagamos.

El miedo forma parte del proceso de aprendizaje. A los niños siempre se les ha asustado con el hombre del saco, para que no salgan solos a la calle y desconfíen de los desconocidos. Por lo tanto es necesario como método de control y contención de algunas situaciones.

Es un sentimiento necesario, para mantener alerta nuestro instinto de supervivencia, sin miedo haríamos verdaderas locuras y tomaríamos decisiones muy arriesgadas e incorrectas en muchas ocasiones. Pero también es un lastre muy pesado en la mayoría de nuestros pensamientos y decisiones. Aunque en ciertas ocasiones sea inevitable, no se puede vivir continuamente atemorizado, porque esto hará que no calculemos el contexto con la suficiente lucidez para darle una solución medianamente coherente a la situación que se está viviendo.

Tenemos terror a perder nuestro estatus, nuestro poder adquisitivo, nuestro trabajo, nuestros familiares y nuestras posesiones, sin darnos la oportunidad muchas veces de disfrutarlos. Somos los seres vivos con la mayor capacidad de adaptación al entorno y a las adversidades, pero también somos los animales a los que más no asusta una situación desconocida. Esto nos hace infelices de antemano, cuando se intuyen aires de cambio siempre habrá algún miedo por ahí que nos aflora. Al final, sufres de antemano algo a lo que te adaptaras irremediablemente si algún día se cumplen tus temores. Muchas veces vives angustiado en vano, perdiendo un tiempo precioso y una fuerza vital irrecuperables, por una cosa que posiblemente no suceda.

Algunas tácticas comerciales usan el miedo para tener éxito, sabiendo que si lo generan de forma implícita consiguen el resultado esperado. Por ejemplo, a los gorrillas les das uno o dos euro para que no te rompan el coche, sabiendo que son ellos los que causan los destrozos, si lo meto en el parking ahorro complicaciones y me evito problemas. A los seguros de vida les interesas que tengas miedo a dejar desamparados a tus familiares. Cuantos familiares de fallecidos no reclama la indemnización, por no saber que existía un seguro de vida, siendo infructuoso el esfuerzo realizado por el difunto (suele pasar en accidentes de tráfico donde muere el matrimonio, y los herederos legales no saben que las víctimas estaban aseguradas). El miedo del fallecido, unido desconocimiento de los familiares, es el negocio de bancos y aseguradoras. En Estados Unidos mueren miles de personas al año por accidentes domésticos con arma de fuego, habiendo sido compradas según los vendedores de armas para sentirse más seguros y proteger a la familia de un hipotético enemigo. No sería mejor poner una alarma y cerrar las puertas.

Las decisiones es mejor tomarlas aplicando el sentido común y no el miedo. Si no pecaremos de incautos.

La mayoría de las veces intentan atemorizarte, simplemente por intentar dominarte en un escenario en el que posiblemente, sin que te hayas dado cuenta, seas tú el que ostentes la situación de poder. Lo mejor, es sopesar la situación y las diferentes alternativas que te ofrece la realidad para no ceder al chantaje psicológico, e intentar ver la cuestión desde otro lado, para evitar que los intereses de terceros te perjudiquen.

Por lo tanto, he llegado a la conclusión de que cada vez que alguien me venga metiendo miedo, mi primera reacción sea desconfiar de las buenas intenciones. Y cada vez que yo mismo me meta miedo, me pararé a tantear la situación. Difícil, pero se puede intentar.

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